Trump despide a funcionarios negros en una administración dominada por blancos

En los primeros 200 días de la administración, apenas dos de los 98 funcionarios de alto nivel confirmados por el Senado eran afroamericanos.

trump Foto: Shutterstock
  • Karla Alvarez | 09-10-2025.7:50 pm.

Una reflexión personal de una exestudiante de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) ha reavivado el debate sobre el racismo estructural en Estados Unidos, al vincular su propia experiencia con el panorama político actual. En 1986, la autora —una estudiante afroamericana de posgrado en artes teatrales— fue falsamente acusada de plagio por un profesor que argumentó que su trabajo era “demasiado bueno” para haber sido escrito por ella. Aquel episodio de discriminación, que evidenció los prejuicios raciales incluso en espacios académicos liberales, sirve hoy como punto de partida para analizar lo que considera una ola más profunda y peligrosa de racismo institucional en el país.

En su testimonio, la autora sostiene que el racismo que alguna vez se expresó en comentarios individuales o actitudes discriminatorias ahora se ha transformado en una política de Estado. Según relata, la administración de Donald Trump ha impulsado una ofensiva contra los programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) desde su primer día de gobierno. Bajo este enfoque, cientos de funcionarios afroamericanos fueron despedidos o forzados a renunciar, incluyendo figuras destacadas como el general Charles Q. Brown Jr., expresidente del Estado Mayor Conjunto, y Carla Hayden, exbibliotecaria del Congreso, quien fue destituida mediante un breve correo electrónico.

Para la autora, estos despidos no responden a motivos administrativos, sino a una ideología basada en la idea de que las personas negras no son “realmente calificadas” para ocupar cargos de poder. Lo que antes eran prejuicios personales, afirma, se ha convertido en una campaña sistemática de exclusión que busca revertir décadas de avances en materia de justicia racial y representación.

Además, señala que esta purga no afecta solo a la comunidad afroamericana. Otros grupos históricamente marginados —como mujeres, personas LGBTQ+, inmigrantes y latinos— también han sufrido el impacto de las políticas anti-DEI, que la autora describe como una “guerra contra la inclusión y la inteligencia”.

El texto advierte que esta tendencia amenaza directamente los principios democráticos de Estados Unidos. Citando a Martin Luther King Jr., recuerda que “lo que afecta a uno, nos afecta a todos”, y sostiene que la eliminación de la diversidad del aparato estatal erosiona el tejido moral y social del país.

A pesar del panorama desalentador, la autora rescata un mensaje de resistencia: históricamente, las luchas de la comunidad negra han sido el motor de las transformaciones democráticas más profundas de Estados Unidos. Desde Frederick Douglass hasta W.E.B. Du Bois, la búsqueda de igualdad racial ha representado la defensa misma del sueño americano.

Sin embargo, la autora concluye con una nota de escepticismo. Tras décadas creyendo en la promesa de un país capaz de aprender de sus errores, hoy teme que la intolerancia y el miedo estén ganando terreno. “Antes creía que los contratiempos eran parte del camino hacia la justicia”, escribe. “Ahora temo que ese camino esté llegando a su fin”.

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