El iceberg A23a, reconocido como el más grande del mundo, está nuevamente en movimiento en el océano Antártico después de pasar décadas encallado en el mar de Weddell. Según informó el British Antarctic Survey (BAS), este coloso de hielo, con una extensión de 3.672 kilómetros cuadrados, equivalente al tamaño del estado de Rhode Island, había permanecido atrapado desde 1986, cuando se desprendió de la plataforma de hielo Filchner-Ronne.
Durante más de 30 años, A23a estuvo inmovilizado, probablemente porque su tamaño lo mantenía anclado al fondo del mar. Sin embargo, tras encogerse lo suficiente, las corrientes oceánicas lo arrastraron, aunque luego quedó atrapado nuevamente en un vórtice de agua conocido como columna de Taylor, formado por la interacción de corrientes con una montaña submarina.
Este iceberg ha ostentado en varias ocasiones el título de “el más grande del mundo”, aunque ha sido temporalmente superado por otros gigantes como A68 en 2017 y A76 en 2021. Ahora que ha retomado su viaje, los científicos esperan que siga a la deriva hacia aguas más cálidas cerca de la isla de Georgia del Sur, donde se fracturará y eventualmente se derretirá.
Además de monitorear su trayectoria, los investigadores están estudiando cómo estos enormes icebergs afectan los ecosistemas marinos. Según Laura Taylor, biogeoquímica del BAS, los icebergs pueden enriquecer las aguas que atraviesan con nutrientes, fomentando la aparición de ecosistemas en áreas poco productivas. “Hemos tomado muestras de las aguas superficiales en diferentes puntos alrededor de A23a para entender qué formas de vida podrían desarrollarse y cómo el iceberg influye en el carbono oceánico y su interacción con la atmósfera”, explicó Taylor.
El movimiento de A23a no solo representa un evento natural fascinante, sino que también ofrece una oportunidad única para estudiar la dinámica de los océanos y su relación con el cambio climático.