BUENOS AIRES (AP) — Cristina Fernández de Kirchner no será una vicepresidenta decorativa y lo dejó claro el martes tras asumir su nuevo rol.
Tanto por sus gestos como por las pasiones que enciende entre seguidores y adversarios, la mujer más influyente de la política argentina en la última década no pasó desapercibida durante la ceremonia de jura del presidente Alberto Fernández, un ex subordinado suyo.
De forma voluntaria fue protagonista de una de las escenas que reflejaron el recambio de poder: el saludo frío que le dispensó al presidente saliente, el conservador Mauricio Macri, frente a legisladores, funcionarios, diplomáticos e invitados especiales en el Congreso.
Fernández de Kirchner, quien gobernó el país entre 2007 y 2015 con políticas populistas ensalzadas por muchos y vilipendiadas por otros tantos, tomó la mano de Macri cuando éste se la estrechó, pero evitó mirarlo a los ojos y no reprimió un gesto de disgusto en su rostro. La vicepresidenta no guardó las apariencias ante quien acusó de perseguirla y montar las causas judiciales en su contra por supuesta corrupción en su gobierno.
Luego, cuando Macri le colocó a su sucesor la banda presidencial y le entregó el bastón de mando, Fernández de Kirchner se volvió y sonrió al público casi con sorna.
Varias horas después de la ceremonia el saludo distante era uno de los temas más comentados en las redes sociales.
En contraste, el nuevo presidente se fundió en un sentido abrazo con Macri, tal vez un adelanto de que su estilo de gobierno evitará la confrontación que caracterizó a la exmandataria.
La vicepresidenta, de 66 años, tampoco aceptó el bolígrafo que usaron Macri y su sucesor para firmar el libro donde dejaron asentado el cambio de gobierno. Ella le pidió a un secretario que le alcanzara su propio bolígrafo dorado.
Vestida con una blusa y pantalón blanco y una capa superpuesta color marfil con trasparencias y bordados, Fernández de Kirchner se manejó como anfitriona del presidente en el Parlamento, donde ella pasó la mayor parte de su carrera política. La locutora de la transmisión oficial cometió un error involuntario cuando anunció que Fernández sería recibido “por la presidenta” cuando llegó a la ceremonia para la asunción.
Igual de notable fue la estruendosa recepción que tuvo la vicepresidenta cuando ambos ingresaron al recinto, sobre todo de parte de los militantes kirchneristas que colmaban los distintos balcones.
Tras la jura, la vicepresidenta le prendió el micrófono a Fernández antes de que éste comenzara su discurso de una hora. Sentada a su lado leía atentamente el contenido de las hojas que el presidente iba leyendo, mientras se refrescaba con un abanico por el calor. Por momentos asentía, en especial cuando el mandatario se refería a la delicada situación del 35% de los argentinos que están en la pobreza.
La mujer también se emocionó cuando Fernández recordó a su difundo esposo y antecesor Néstor Kirchner (2003-2007), del cual también fue jefe de gabinete.
Fernández de Kirchner sacudió el tablero político en mayo cuando, en medio de un panorama judicial complicado y viendo que carecía de un apoyo popular holgado, declinó postularse a la presidencia en las elecciones de octubre y promovió la candidatura de Fernández, quien ejerció como su jefe de gabinete durante varios meses en su primer mandato.
Ahora como vicepresidenta será la primera en la línea de sucesión.
“Quiero terminar agradeciendo la generosidad y destacar la visión estratégica que nuestra vicepresidenta ha expresado en este tiempo de la Argentina”, dijo el mandatario mirándola a los ojos.
La influencia de la exmandataria populista en el gobierno de Fernández es uno de los grandes interrogantes de la nueva etapa y una recurrente preocupación para los inversores que temen el regreso de las medidas intervencionistas que caracterizaron a los Kirchner.
Sus gestos de este martes no ayudaron a alejar las suspicacias.