La estación Ratcliffe-on-Soar, ubicada en el centro de Inglaterra, finalizará sus operaciones a medianoche, tras más de cinco décadas de convertir carbón en energía. El gobierno británico ha calificado este cierre como un hito clave en su objetivo de generar toda la energía del país a partir de fuentes renovables para 2030.
Peter O’Grady, gerente de la planta, expresó que fue "un día emotivo" para los trabajadores. "Cuando comencé mi carrera hace 36 años, ninguno de nosotros imaginaba un futuro sin generación de carbón en nuestra vida", comentó. La clausura convierte a Reino Unido en el primer país del Grupo de los Siete (G7) en eliminar el carbón, aunque otros países europeos como Suecia y Bélgica lo hicieron antes.
Uniper, la empresa propietaria de la planta, informó que muchos de los 170 empleados restantes permanecerán durante los dos años que tomará el proceso de desmantelamiento. Michael Shanks, Ministro de Energía, destacó que este cierre marca el fin de una era y elogió el trabajo de generaciones de trabajadores del carbón que alimentaron al país durante más de 140 años.
En 1990, el carbón suministraba el 80% de la electricidad en Reino Unido, pero para 2023, esta cifra se había reducido a solo el 1%, según datos de la Red Nacional. Actualmente, más de la mitad de la electricidad británica proviene de fuentes renovables como la energía eólica y solar, mientras que el resto proviene de gas natural y energía nuclear.
A medida que el país avanza hacia un futuro de energía limpia, también enfrenta los desafíos de los empleos perdidos en las industrias que dependen del carbón. Además del cierre de la planta de carbón, se apagará el último alto horno en la siderurgia de Port Talbot, en Gales, donde se perderán casi 2,000 empleos. Aunque Tata Steel planea reemplazar el alto horno con uno eléctrico más limpio, que emitirá menos carbono, este proceso requerirá menos trabajadores.
El cierre de la última planta de carbón y el fin de la era del carbón en Reino Unido simbolizan un paso decisivo hacia la descarbonización, pero también plantea el desafío de proteger las comunidades que durante generaciones dependieron de esta industria.