En 1977, en medio de la oscura dictadura militar que azotaba Argentina, Ana María Careaga, una adolescente de apenas 16 años, fue secuestrada y llevada a un centro clandestino de detención conocido como El Atlético. Allí fue torturada a pesar de estar embarazada, en un acto que reflejaba la brutalidad de la llamada "guerra sucia", época en la que miles de personas fueron desaparecidas sin registro ni aviso a sus familias.
Su madre, Esther Ballestrino de Careaga, enfrentó la tragedia de la desaparición de su hija con una decisión que cambiaría no solo su vida, sino también la historia del país. Esther se unió a un pequeño grupo de mujeres que, desafiando al régimen, comenzaron a reunirse en la Plaza de Mayo frente a la Casa Rosada. En silencio, tomadas del brazo, caminaron alrededor de la plaza exigiendo respuestas. Así nacieron las Madres de Plaza de Mayo, un símbolo de resistencia y de la incansable búsqueda de justicia.
La historia de Esther guarda también un vínculo especial con Jorge Bergoglio, hoy conocido como el papa Francisco. Esther había sido su jefa durante sus años de estudiante en un laboratorio, enseñándole no solo técnicas de trabajo, sino valores de responsabilidad y compromiso. Esa relación se mantendría viva a lo largo de los años.
Ana María, quien pasó meses detenida, encadenada y vendada, logró recuperar su libertad en septiembre de 1977, ya con siete meses de embarazo. Tras un breve reencuentro con su madre, se exilió en Suecia para salvar su vida y la de su futuro hijo. Sin embargo, incluso con su hija a salvo, Esther decidió continuar la lucha. Para ella, todos los desaparecidos eran también sus hijos.
La relación entre Ana María y el papa Francisco se mantuvo con los años. Desde el Vaticano, en 2018, Francisco le envió un mensaje donde recordaba a Esther como una mujer luchadora y comprometida con la justicia. Años más tarde, durante un encuentro en Roma, el papa reiteró la importancia de preservar la memoria histórica y de continuar dando testimonio de lo ocurrido.
Ana María mantiene vivo el legado, convencida de que recordar es un compromiso con el futuro y de que la ausencia impulsa la lucha constante por la verdad y la justicia.