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Hace cinco décadas, surgió un caos monumental gracias a la historia de una niña poseída por un espíritu maligno, un fenómeno que trascendió las pantallas de cine. "El exorcista", dirigida por William "Bill" Friedkin y basada en la novela de William Peter Blatty, se convirtió en un fenómeno cultural desde su estreno el 26 de diciembre de 1973. Millones de personas hicieron fila para verla, fue prohibida en varios países y causó reacciones extremas entre los espectadores, desde desmayos hasta vómitos por miedo.
Un artículo del New York Times detalló cómo los revendedores vendían entradas a altos precios, y los espectadores ofrecían sumas considerables para saltarse las filas. La película impactó tanto que se han recopilado cinco razones que la convierten en una obra maestra del cine. Esta historia, basada en la posesión de Regan, una niña en Washington DC, logró captar la atención por su ubicación en un escenario tan cotidiano y cercano.
La película se destacó por no ser sobre monstruos o ficción, sino por presentar una historia inquietante en el corazón de una ciudad real. Este enfoque, en un momento en que la fe y las convenciones sociales eran cuestionadas, impactó a una generación. Además, la transformación de la niña inocente en un ser demoníaco resultó fascinante y aterrador, especialmente gracias a la interpretación de Linda Blair y a la destreza del maquillaje de Dick Smith.
La película generó controversia con escenas impactantes, como el famoso giro de cabeza de 360 grados o la escena polémica en la que la niña poseída usa un crucifijo de manera perturbadora. La combinación de elementos cinematográficos de alta calidad con temas religiosos provocó reacciones variadas en la sociedad, desde desmayos hasta informes de convulsiones e historias de supuestas posesiones demoníacas.
Los eventos inexplicables durante el rodaje, como muertes y un incendio en el set, alimentaron la idea de que la película estaba maldita. Este revuelo llevó al director a solicitar un exorcismo del estudio de grabación. A pesar de estas circunstancias, tanto el director como Blatty defendieron la obra, reconociendo su poder para conmover e inquietar a los espectadores, aunque afirmaron que no era un poder malévolo, sino más bien un misterio extraordinario.
