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En Ichinono, un pequeño pueblo a 60 kilómetros de Osaka, Japón, la vida parece haber quedado atrapada en un escenario de película. Ante la disminución de población, los habitantes han llenado las calles y parques de marionetas para contrarrestar el vacío y la soledad. En este lugar, donde solo ha nacido un niño en las últimas dos décadas, los parques y espacios públicos están habitados por muñecos que simulan actividades cotidianas: niños en los juegos y figuras de ancianos observando a la distancia.
La falta de nacimientos y el éxodo de los jóvenes que emigraron para buscar oportunidades fuera del pueblo han llevado a los residentes a esta peculiar medida. Hisayo Yamazaki, una viuda de 88 años, menciona que "probablemente las marionetas nos superan en número". Muchos jóvenes, según comentan los lugareños, temían quedarse atrapados en este remoto pueblo y no encontrar pareja ni oportunidades.
En 2021, una joven familia, Rie y Toshiki, se trasladó a Ichinono, donde nació su hijo Kuranosuke, el único niño en el pueblo y símbolo de esperanza para los residentes. Ichiro Sawayama, el jefe municipal de 74 años, reconoce la gravedad de la situación, temiendo que si no se repuebla, el pueblo pueda extinguirse.
Los vecinos ven en Kuranosuke una nueva oportunidad y lo celebran como un símbolo de renacimiento. "Solo por nacer aquí, nuestro hijo disfruta del amor y apoyo de mucha gente, aunque aún no ha hecho nada en la vida", bromea su padre Toshiki, mientras el pequeño recorre en triciclo las calles, rodeado de marionetas que custodian la memoria y los sueños de Ichinono.
