El matcha, un té verde en polvo tradicionalmente japonés, se ha convertido en una auténtica sensación mundial. Con su vibrante color esmeralda y reputación por aportar beneficios a la salud, esta bebida ha cruzado fronteras y se ha instalado en la rutina diaria de millones de personas. Actualmente, no solo se encuentra en tazas de té, sino también en helados, pasteles, batidos y más.
Esta creciente popularidad ha sido alimentada por redes sociales como TikTok, donde el hashtag #MatchaTok acumula decenas de millones de visualizaciones. Influencers de todo el mundo comparten recetas, reseñas y consejos sobre cómo preparar esta bebida ancestral, impulsando aún más su consumo.
El auge del turismo en Japón tras la pandemia también ha contribuido a este fenómeno. La devaluación del yen ha hecho que el país sea un destino más accesible, lo que ha disparado el interés por productos tradicionales como el matcha. Sin embargo, este furor global ha generado tensiones en la producción.
Productores japoneses enfrentan un panorama complicado: las olas de calor extremas han reducido las cosechas, especialmente en Kioto, una de las regiones clave en el cultivo de tencha, la hoja de té usada para producir matcha. Además, los aranceles estadounidenses y la escasez de mano de obra agrícola —causada por el envejecimiento poblacional— agravan la situación.
El proceso de elaboración del matcha es artesanal y meticuloso. Las hojas se cultivan a la sombra para realzar su sabor umami, se cosechan a mano y luego se muelen lentamente en molinos de piedra, produciendo apenas 40 gramos de polvo por hora. Esta producción limitada contrasta con una demanda que no deja de crecer.
Como resultado, muchos comercios en Japón han comenzado a racionar el producto. Algunas tiendas en Uji, ciudad famosa por su matcha, permiten a los clientes adquirir solo una lata por persona. En otras partes del país, los envíos que antes tardaban pocos días ahora se demoran semanas.
El matcha ha dejado de ser solo una bebida para convertirse en un símbolo de tendencia, bienestar y cultura japonesa. Pero detrás de cada taza hay un complejo sistema que hoy enfrenta serios desafíos para sostener el ritmo global que la moda le impone.