Un reciente hallazgo en el Desierto de la Tatacoa, Colombia, ha revolucionado nuestra comprensión de la fauna del periodo Mioceno Medio. Un fósil de ave del terror, conocido como forusrácido, fue descubierto por el paleontólogo empírico César Perdomo en La Venta, Huila. Este fragmento del tibiotarso, un hueso de las patas de las aves, había permanecido sin identificar en la colección de su museo “La Tormenta” durante años, hasta que un grupo de científicos liderado por el argentino Federico Degrange logró identificarlo.
Los estudios publicados en Papers in Paleontology indican que este fósil representa el primer registro de un forusrácido en el trópico de las Américas y probablemente uno de los más grandes de su tipo. Estas aves, descritas como “máquinas de depredación” por el biólogo colombiano Andrés Link, alcanzaban una altura de hasta dos metros y medio y contaban con un pico afilado que les permitía cazar eficientemente. Su agilidad y rapidez las posicionaban como los superdepredadores de su época.
Tradicionalmente, los forusrácidos se han asociado a regiones del Cono Sur, como Argentina, Brasil y Uruguay, así como a áreas más al norte en Texas y Florida. Sin embargo, este descubrimiento desafía la noción de que estas aves solo habitaban regiones no tropicales, sugiriendo que el ecosistema de La Venta era diverso e incluía bosques, sabanas y humedales. Esto abrió nuevas posibilidades sobre cómo estos grandes depredadores se adaptaron a diferentes hábitats.
Andrés Link subraya la importancia de este hallazgo, ya que resuelve la incertidumbre acerca de la presencia de forusrácidos en zonas tropicales, ampliando así su distribución geográfica y destacando la rica herencia paleontológica de la región. Este descubrimiento no solo enriquece el conocimiento sobre las aves del terror, sino que también ofrece una visión más compleja de los ecosistemas antiguos que alguna vez existieron en el trópico colombiano.