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El papa Francisco, ha conmemorado el Jueves Santo en la prisión femenina de Rebibbia en Roma, realizando el simbólico lavado de pies a doce reclusas, siguiendo el ejemplo de Jesús hacia sus discípulos.
El pontífice, quien ha enfrentado problemas de movilidad, se trasladó en silla de ruedas para llevar a cabo esta práctica que ha mantenido desde el inicio de su papado, mientras que las reclusas, muchas de ellas llorando, se acercaban a una plataforma donde el pontífice, procedía a lavar y luego besar sus pies.
En ese momento, el papa pronunció unas palabras sobre el perdón y la vocación de servicio, resaltando el acto de Jesús al lavar los pies de sus discípulos durante la última cena antes de su arresto, transmitiendo el mensaje de que "había venido para servir y no para ser servido".
Tras la ceremonia, el papa recibió muestras de aprecio y regalos por parte de las presas, quienes le obsequiaron productos elaborados por ellas mismas. A su vez, Francisco entregó al centro un cuadro de la Virgen y el Niño como muestra de agradecimiento.
Durante su visita, el papa también tuvo la oportunidad de conocer a Jairo, el único niño que reside en la prisión, a quien brindó cariño y le regaló un huevo de Pascua.
La prisión de mujeres en Rebibbia, ubicada en las afueras de Roma, es la más grande entre las cuatro exclusivamente destinadas a mujeres en Italia. En la actualidad, alberga a 360 reclusas y a un niño, provenientes de diversas nacionalidades y con historias marcadas por la marginalidad.
A pesar de sus recientes problemas de salud, el papa Francisco continúa con la tradición de celebrar el Jueves Santo en lugares que representan el sufrimiento de la sociedad moderna. Desde el inicio de su pontificado, ha llevado a cabo esta ceremonia en cárceles, centros de refugiados, correccionales de menores y residencias para enfermos.
