"Roma": Cuarón y el tiempo de la memoria

“Roma”: Cuarón y el tiempo de la memoria

  • Yasser Medina | 03-01-2019.4:22 pm.

El cine de Alfonso Cuarón, director mexicano que ha roto paradigmas en una carrera de tan solo ocho largometrajes, es uno que siempre ha retratado la figura de la mujer en las distintas etapas de la vida. Las mujeres que habitan su universo cinematográfico ejercen un papel fundamental para registrar ideas como la soledad, la angustia, la maternidad, la libertad; féminas que se enfrentan a los duros golpes que trae consigo la existencia y son víctimas de tragedias grises que ayudan a fortalecerlas ante unas vicisitudes que son tan transitorias como los momentos que se quedan impresos en los recuerdos. Sus protagonistas están solas frente a un futuro incierto y las experiencias que no pueden controlar. Y esto es algo que estampa, de forma muy íntima y grandilocuente en “Roma”, su más reciente película estrenada en la plataforma de Netflix, que tiene como protagonista, precisamente, a una mujer que es muy importante para el propio Cuarón.

La película supone el regreso de Cuarón al cine de autor mexicano más destilado desde la inolvidable “Y tu mamá también”, pero también funciona como autohomenaje cubierto de referencias de sus propias películas. Nos cuenta, indirectamente, un fragmento autobiográfico de su niñez, de su familia y de la nana que lo cuidaba a él y a sus hermanos como si fueran hijos suyos. Y lo que narra me conmueve. Es una película hermosa, emotiva, humana, sin música (solo diegética), que recrea una época con gran meticulosidad estética y disecciona las desigualdades entre clases sociales en un lapso muy particular de la historia sociopolítica mexicana, además de mostrar una enriquecedora parábola sobre la relevancia de la mujer menos pudiente.

El título de la película proviene de la Colonia Roma en la Ciudad de México, el lugar donde Cuarón creció y en el que se desarrolla el relato de la protagonista, Cleo (Yalitza Aparicio), a principios de los años 70. Cleo es una mucama muy joven que vive en la Colonia Roma en el seno de una familia de clase media. Es una muchacha poco privilegiada que viene de un pueblo indígena. En la casa de la familia, Cleo, junto a una compañera de ascendencia mixteca al igual que ella, desempeña las labores cotidianas como barrer el piso sucio, lavar los platos y comprar la comida que cocina para todos, pero también custodia a cuatro niños muy traviesos a los que ella quiere como si fuera su madre, asumiendo un rol maternofilial cuando la madre se halla ausente discutiendo fuera de campo con el padre. Es una época jovial que ella aprovecha en sus tiempos libres para salir a caminar, enamorarse, ir al cine a ver películas y jugar con los niños, pero unos planos simbólicos revelan una desdicha que amenaza con apalear su vida tan fuerte como las olas del mar.

La oaxaqueña Yalitza Aparicio, sin ninguna formación actoral previa, se roba mi sensibilidad en todas las escenas cuando ilustra, con naturalidad, los claroscuros que amenazan la esperanzadora vida de Cleo, transformándola en una persona de tres dimensiones, orgánica, que encuentra felicidad con la familia burguesa para la que trabaja como empleada doméstica, pero que, al mismo, también se siente sola y abandonada cuando es víctima del sacrificio, de los esfuerzos de proteger a los niños de una familia que se descompone, del egoísmo de un novio comprometido políticamente, de la violencia producida por una enorme agitación social, del dolor que le provoca un parto prematuro que me ha humedecido las retinas. Su registro dramático dota de mucha emotividad a Cleo.

Cuarón describe la vida diaria desde la perspectiva de una trabajadora doméstica como pocas veces se ha visto en el cine. Ilustra una observación social sobre una mujer que, a pesar de que se gana la vida con dignidad, muchas veces no puede afrontar las dificultades laminadas en la realidad. Comunica que Cleo, al igual que muchas sirvientas, a veces es invisible para la familia aburguesada para la que trabaja, y sus problemas personales, los traumas de cosas tan graves como una depresión posparto, o el miedo a quedarse desempleada, pasan desapercibidos por su condición socioeconómica y la clase social a la que pertenece. Detrás de la generosidad y de la tranquilidad también se halla un ser de carne y hueso que sufre la pérdida de un ser querido, alguien que con un poco de contacto humano puede aliviar la pena y darle sentido al vacío que siente, tal y como hace Cleo en la playa cuando se rodea de los niños que atiende con devoción como si fueran sus hijos. Cuarón la humaniza con el encuadre.

La película construye un mosaico fidedigno que honra la cotidianidad y un período histórico del México de los años 70, rodado con un precioso blanco y negro (de 65mm) que provoca una sensación de nostalgia ajena, como si las imágenes están siendo recordadas por alguien (la cámara de Cuarón). Con travellings laterales muy recurrentes, paneos, sobreencuadres y planos muy panorámicos, Cuarón nos pasea por los caminos de su infancia y nos presenta las calles de la ciudad atestadas de vendedores ambulantes, los restaurantes de comida criolla, las salas de cine en el que solo pasan películas clásicas, los suburbios aledaños que cercan la zona metropolitana donde vive gente muy pobre, la manifestación de estudiantes que terminó con la Masacre de Corpus Christi (El Halconazo, 1971). Son porciones de las reminiscencias de Cuarón que la protagonista omnisciente (la cámara) los utiliza con los ojos de una mujer para pasearnos por su lugar de crianza que es, a la vez, un espejo de la nuestra.

Lo que atestiguamos es, entonces, cine de autor regocijante y vitalista a favor de la poesía cotidiana, la epístola formal de Cuarón que dignifica la efigie de la mujer indígena latinoamericana que se superpone a las desgracias y las adversidades. Es la revalorización del pasado identitario de nuestro núcleo familiar y de las vivencias sacadas de allí que se han congelado en el tiempo de la memoria. Es, posiblemente, la película más intimista que ha realizado en toda su trayectoria.

Ficha técnica
Año: 2018
Duración: 2 hr 15 min
País: México
Director: Alfonso Cuarón
Guion: Alfonso Cuarón
Música:
Fotografía: Alfonso Cuarón, Galo Olivares
Reparto: Ana Brun, Margarita Irún, Anna Ivanova
Calificación: 8/10

Por Yasser Medina
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