El conflicto entre Rusia y Ucrania alcanzó un nuevo nivel de intensidad con el lanzamiento masivo de drones y misiles por ambas partes. Según informó este viernes la Fuerza Aérea de Ucrania, las fuerzas rusas lanzaron 363 drones, incluidos modelos Shahed y señuelos, además de ocho misiles. Las defensas aéreas ucranianas interceptaron la mayoría de los ataques, aunque cuatro drones y dos misiles lograron impactar, provocando al menos tres muertos, varios heridos y daños materiales en la ciudad de Dnipro.
Por su parte, el Ministerio de Defensa ruso informó que derribó 39 drones ucranianos durante la misma noche en varias regiones al este de Ucrania, especialmente en Rostov y Volgogrado. También se registraron interrupciones temporales en tres aeropuertos rusos y el cierre nocturno del estratégico Puente de Crimea, debido a ataques con drones.
La guerra, que ya entra en su cuarto año, ha evolucionado hacia un conflicto tecnológico donde el uso de drones de largo y corto alcance se ha vuelto común. Tanto Rusia como Ucrania han invertido en el desarrollo de aparatos no tripulados más precisos y destructivos. Rusia produce sus drones Shahed a partir de modelos iraníes, modificados localmente con cabezas explosivas más potentes. Estos drones, conocidos como “suicidas”, se estrellan directamente contra el objetivo causando explosiones similares a las de un misil.
Ucrania, por su parte, ha reforzado sus capacidades con drones aéreos y marítimos de largo alcance, además de entrenar a miles de pilotos especializados. En la línea del frente, de aproximadamente 1.000 kilómetros, ambos bandos utilizan drones más pequeños equipados con cámaras para realizar ataques directos e identificar objetivos en tiempo real.
Los ataques con drones han tenido un fuerte impacto en la población civil. Según un informe reciente de la Misión de Monitoreo de Derechos Humanos de la ONU, al menos 395 civiles han muerto y 2.635 han resultado heridos en ataques con drones de corto alcance desde el inicio de la guerra. El 90% de estos ataques, señala el informe, han sido ejecutados por las fuerzas rusas.
Además de las víctimas, los ataques han provocado un clima de miedo constante, interrumpiendo la vida cotidiana al restringir el acceso a alimentos, servicios de salud y la movilidad de la población en zonas afectadas. La escalada en el uso de estos dispositivos confirma que la guerra se ha transformado en un laboratorio activo de nuevas formas de combate, centrado en el poder destructivo de la tecnología no tripulada.