Los Países Bajos han experimentado una notable disminución en su población carcelaria. Este fenómeno ha sido tan marcado que el país ha comenzado a alquilar celdas a Bélgica y Noruega. Este cambio se debe a una combinación de políticas de reinserción efectivas, penas cortas, sanciones financieras y consideraciones presupuestarias.
En la prisión de Norgerhaven, ubicada en el norte de los Países Bajos, las celdas vacías ahora albergan a 242 prisioneros noruegos. Desde 2014, el país ha cerrado 23 cárceles, convirtiéndolas en muchos casos en viviendas y hoteles. Esta tendencia refleja la tercera tasa más baja de encarcelamiento en Europa.
Las medidas alternativas para la reinserción social han jugado un papel crucial. Uno de los sistemas más efectivos ha sido el seguimiento electrónico de los condenados por delitos menores, permitiendo que estos individuos permanezcan activos y localizados mientras contribuyen al crecimiento del país. Además, otros delincuentes dedican ciertas horas del día a trabajos sociales en beneficio de la comunidad.
A pesar de los resultados positivos, persisten algunas preocupaciones. En algunos sectores de la población hay temor ante la posibilidad de que pacientes psiquiátricos no vuelvan tras sus periodos de libertad condicional y puedan cometer delitos, como sucedió en 2017 cuando uno de ellos violó y asesinó a una joven. Aunque estos casos son raros, provocan un debate sobre la seguridad y la efectividad de estas políticas de reinserción.
Los Países Bajos parecen haber desarrollado un sistema de rehabilitación efectivo, con una significativa reducción en el número de delitos y una disminución en la población carcelaria. Aunque persisten algunas dudas y preocupaciones, los resultados muestran que el sistema neerlandés está logrando sus objetivos.