Su origen y su partida del centro de México a finales de los años 50 son igualmente enigmáticos. Apodada "El monstruo de la Tierra" o "Las fauces de la Tierra", esta impresionante escultura pesaba casi una tonelada y medía 1,80 metros de altura por 1,50 metros de ancho. Sin embargo, antes de su traslado, fue desmantelada en múltiples fragmentos por traficantes de tesoros.
Era parte integral de un complejo ceremonial construido por una antigua civilización agrícola, anterior a Teotihuacán, que habitó hace más de tres milenios en la región que hoy conocemos como el estado de Morelos, al sur de la Ciudad de México. Este pueblo, que recibió influencias olmecas, dejó su legado en la zona. La primera noticia sobre el destino de esta escultura surgió en 1968, cuando el arqueólogo estadounidense David Grove publicó un dibujo en la revista American Antiquity, mencionando que "el monstruo de la tierra" se encontraba en posesión de una colección privada. Mario Córdova Tello, director del proyecto de investigación en Chalcatzingo.
Mientras los expertos mexicanos se cuestionaban acerca de su paradero, el público estadounidense tuvo la oportunidad de admirarla en museos y exposiciones en ciudades como Washington D.C. o Chicago durante las décadas de los 70 y 90 del siglo pasado. Incluso fue exhibida en el prestigioso Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Después de haber sido robada durante 65 años, su retorno se logró gracias a la colaboración entre el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y la Fiscalía de Nueva York.
Después de su última exhibición pública en los años 90, "El monstruo de la tierra" volvió a desaparecer. Recientemente se ha descubierto que fue adquirido por un coleccionista en Denver, Colorado, y fue ubicado en 2022 por la Unidad de Tráfico de Antigüedades de Manhattan. En la zona de Chalcatzingo, además de esta escultura, se encuentran otros 47 relieves tallados en estelas y altares en la roca de una colina. Uno de ellos es conocido como Monumento 9 o "El monstruo o las fauces de la Tierra" por los estadounidenses, ya que representa a una criatura mitológica con una abertura similar a una boca dispuesta a devorar.
Estos bajorrelieves son extremadamente antiguos y pertenecen a la época de los Olmecas, la civilización más antigua de América. Se estima que datan de entre los años 800 y 300 a.C., y fueron creados por los primeros grupos sedentarios en Mesoamérica. Sin embargo, el arqueólogo señala que no se puede afirmar que la escultura haya sido fabricada por la cultura olmeca, ya que no se encontraron rastros de ADN del Golfo de México, región habitada por los olmecas, en los objetos descubiertos en Chalcatzingo. La similitud de estilos podría ser el resultado de intercambios comerciales o influencias culturales impuestas por otras civilizaciones.
El 19 de mayo pasado, las autoridades estadounidenses entregaron "El monstruo" a México, y fue transportado desde Denver en un avión de la Fuerza Aérea mexicana. La escultura ha sido colocada en exhibición en el Museo Regional de los Pueblos de Morelos, ubicado en Cuernavaca, donde se mostrará al público durante más de un año. El proceso para su retorno comenzó hace dos décadas, cuando arqueólogos solicitaron la intervención de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México para localizarla en el país vecino. Sin embargo, no fue hasta 2022 que el gobierno mexicano presentó una demanda legal para agilizar su repatriación. Esta devolución ha sido calificada como la recuperación más importante de patrimonio arqueológico mexicano en el siglo XXI por Diego Prieto Hernández, director del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia). Recientemente, el consulado mexicano en Nueva York firmó una carta de intención con el rector de la Universidad Colgate, Brian W. Casey, para recuperar aproximadamente 2.000 artefactos arqueológicos que serán devueltos de manera voluntaria en fechas próximas.
En su conjunto, los bajorrelieves de Chalcatzingo representan rituales relacionados con la fertilidad y las peticiones de lluvia. Estas representaciones muestran animales, plantas, gobernantes y figuras de autoridad que simbolizan la generación de viento y la caída del agua del cielo. En el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, se exhibe una réplica del Monumento 9, cuya iconografía posee connotaciones religiosas. Esta escultura presenta el rostro de una criatura con fauces abiertas en forma de cruz, un rasgo característico de la cultura olmeca. Sus ojos oblicuos y las bromelias, plantas autóctonas de la región, en las esquinas, hacen alusión a la serpiente o el jaguar, los animales más temidos y feroces de Mesoamérica. Según Córdova Tello, esta representación simboliza "la montaña con una cueva en el centro, es decir, la entrada al inframundo", que era de gran importancia para los pueblos mesoamericanos. En esta cosmovisión, los animales ingresaban al inframundo, eran engullidos por la tierra y luego renacían, lo que podría estar relacionado con la salida del sol y la caída de la noche. El arqueólogo plantea la pregunta de cómo los chalcatzingas, un pueblo que solía hacer pequeñas figurillas de barro, lograron crear una escultura monumental sin tener acceso a metales como el hierro. Córdova Tello sugiere que futuros análisis científicos podrían brindar más información al respecto.