Caminar es una de las formas más accesibles y beneficiosas de ejercicio, sin embargo, investigaciones recientes sugieren que una variación simple en nuestra manera de caminar podría tener un impacto significativo en la cantidad de calorías que quemamos.
El estudio encabezado por Adam Grimmitt y su equipo en la Universidad de Massachusetts Amherst investigó cómo la variación en la longitud de los pasos influye en el gasto energético.
Esta variación no requiere equipos costosos ni entrenamientos intensivos, sino simplemente alternar la longitud de nuestros pasos.
Caminar alternando entre pasos cortos y largos puede incrementar el gasto energético del cuerpo. Esta técnica de variación en la longitud de los pasos puede ser una estrategia eficaz para quienes buscan optimizar los beneficios de sus caminatas diarias.
Al introducir irregularidades en la longitud de los pasos, el cuerpo necesita ajustar su estabilidad, lo que puede incrementar la contracción muscular y, en consecuencia, el gasto calórico.
Durante el estudio, reclutaron a 18 adultos de entre 18 y 45 años y les pidieron que caminaran normalmente durante cinco minutos en una cinta de correr mientras un sistema de captura de movimiento registraba la longitud promedio de sus pasos.
Posteriormente, ajustaron la longitud de los pasos de los participantes mediante la iluminación de la cinta en posiciones específicas, a veces coincidiendo con su longitud de paso promedio y otras veces siendo un 5% o 10% más cortos o más largos.
La idea principal detrás de los pasos irregulares es la variación en la intensidad del ejercicio. Cuando caminamos de manera uniforme, el cuerpo se adapta rápidamente, optimizando el esfuerzo y reduciendo la quema de calorías. Sin embargo, al variar la longitud y el ritmo de los pasos, el cuerpo tiene que ajustarse continuamente, lo que resulta en un mayor esfuerzo físico y, por tanto, en un mayor consumo de energía.
El equipo utilizó una combinación innovadora de tecnología para medir con precisión el impacto de la variabilidad en la longitud de los pasos. La iluminación de la cinta de correr ayudó a guiar a los participantes en su variación de pasos, mientras que un dispositivo de medición de dióxido de carbono determinó la producción de CO2, la cual aumenta durante el ejercicio.
Los resultados revelaron que por cada 1% de incremento en la variabilidad de la longitud de los pasos, hubo un aumento del 0,7% en el costo metabólico de caminar.
Aunque no se midieron directamente las calorías quemadas, Grimmitt sugiere que mayores y más frecuentes variaciones en la longitud de los pasos probablemente aumentarían la tasa metabólica durante la caminata.
Los resultados del estudio tienen importantes implicaciones para la salud, especialmente para aquellos que buscan métodos efectivos para quemar más calorías durante el ejercicio.
Además, estos hallazgos podrían ser particularmente relevantes para las personas mayores o aquellas con condiciones neurológicas, ya que suelen caminar con mayor variabilidad en sus pasos.