El calentamiento del planeta es evidente en todas partes, pero se manifiesta de manera especialmente pronunciada en las regiones polares. Estudios recientes han revelado que la Antártida se está calentando al doble de la tasa promedio mundial.
Las temperaturas más altas y los episodios de calor extremo en los polos están provocando el calentamiento de los océanos en la región polar sur, lo que resulta en la fusión del hielo y cambios significativos en los ecosistemas. La reducción de la capa de hielo facilita la pesca de la abundante vida marina en la Antártida, lo que podría convertirse en una fuente importante de alimentos.
El océano Antártico alberga una gran cantidad de peces y krill, un diminuto crustáceo similar a un langostino o una langosta. Países como Rusia, China y otras naciones con importantes industrias pesqueras envían embarcaciones a la región polar cada año en busca de merluza negra antártica, que se encuentra en los menús de restaurantes de lujo en todo el mundo, a menudo comercializada como la lubina chilena más sabrosa.
Además, el krill se utiliza cada vez más en suplementos dietéticos y como saborizante en diversos alimentos. También desempeña un papel fundamental en la acuicultura. Según datos oficiales de 2022, se capturaron alrededor de 415,508 toneladas de krill en la región. La Antártida alberga posiblemente minerales y fuentes de energía que podrían contribuir a la transición hacia fuentes de energía renovable, incluyendo el gas natural. Aunque la minería en la Antártida está prohibida desde finales de la década de 1990, esta restricción podría ser objeto de revisión en 2048.
Anne-Marie Brady, experta en política antártica, señala que el mar de Ross es uno de los posibles yacimientos de hidrocarburos en la región antártica. Los investigadores estiman que en el continente antártico hay alrededor de 500 mil millones de toneladas de petróleo y entre 300 y 500 mil millones de toneladas de gas natural, además de un potencial de 135 mil millones de toneladas de petróleo en el Océano Antártico. Además, se han identificado depósitos de carbón, diamantes, oro y otros metales preciosos en las regiones polares, que también albergan más del 66% del agua dulce del planeta, un recurso de gran valor.
A pesar de los esfuerzos internacionales para proteger los ecosistemas terrestres en la Antártida a través del Tratado Antártico de 1959, firmado por 56 países, el tratado no cubre la vida marina, la cual está bajo la jurisdicción de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA).
La CCRVMA, encargada de regular la pesca en la región antártica, ha establecido dos áreas marinas protegidas para preservar ecosistemas frágiles que abarcan aproximadamente el 5% del Océano Austral. En 2009, se creó una zona de protección de 94,000 kilómetros cuadrados frente a las Islas Orcadas del Sur, al este de la península Antártica, seguida de otra área en el mar de Ross, una gran bahía al suroeste de Nueva Zelanda, donde la pesca está prohibida, con algunas excepciones para fines de investigación.
Nancy Bertler, directora de la Plataforma Científica Antártica de Nueva Zelanda, destaca que la zona del mar de Ross es crucial para la conservación de numerosas especies, incluyendo pingüinos, petreles y orcas. A pesar de su pequeño tamaño, el krill desempeña un papel fundamental en el ecosistema antártico. Sin embargo, este crustáceo es sensible a los cambios de temperatura, lo que lo hace vulnerable al calentamiento de las aguas y al retroceso del hielo, lo cual también afecta a otras especies.