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En la era digital, la relación que mantenemos con nuestros teléfonos móviles ha evolucionado hasta convertirse en una parte integral de nuestras vidas diarias, por lo que si calculamos cuántos días al año pasamos en el teléfono, el resultado anual es sorprendente.
En un mundo donde las aplicaciones están diseñadas para engancharnos durante horas en el teléfono, nuestra atención y los datos sobre nuestras preferencias se convierten en los productos más valiosos, resultado de la "economía de la atención".
En este contexto, somos más que simples usuarios de aplicaciones; nos transformamos en el producto, manipulados para regalar nuestro activo más preciado: nuestra atención.
La atención es un recurso limitado, y cada minuto que pasamos inmersos en nuestras pantallas es un minuto que no dedicamos a otras actividades significativas. La magnitud de este problema se vuelve evidente al considerar cuánto tiempo acumulamos en un año.
Por ejemplo, un uso diario de cuatro horas en el teléfono, una cantidad bastante típica, se traduce en más de 60 días completos al año. Estos minutos, que parecen insignificantes de manera individual, se acumulan y configuran la manera en que experimentamos y recordamos nuestras vidas.
Los creadores de aplicaciones utilizan estrategias similares a las de las máquinas tragamonedas, reconocidas como algunas de las invenciones más adictivas. Las aplicaciones están diseñadas para desencadenar la liberación de dopamina, un neurotransmisor que influye en la repetición de comportamientos al registrar cuándo vale la pena hacerlo y motivarnos a seguir haciéndolo.
Tristan Harris, cofundador y director ejecutivo del Center for Humane Technology, ha comparado nuestros teléfonos con máquinas tragamonedas de bolsillo, subrayando la magnitud de la influencia que estas pequeñas pantallas tienen en nuestra vida diaria.
“Nunca antes un puñado de diseñadores tecnológicos habían tenido tanto control sobre la forma en que miles de millones de nosotros pensamos, actuamos y vivimos nuestras vidas”, apuntó Harris.
