La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de publicar una estadística inquietante: al menos 15 millones de adolescentes usan cigarrillos electrónicos a nivel mundial. Esta cifra, que pone de manifiesto el auge del vapeo juvenil, despierta fuertes preocupaciones en autoridades sanitarias y padres de familia por los riesgos asociados y el alcance global de este hábito.
El vapeo, percibido erróneamente por muchos como una alternativa “más segura” al cigarrillo tradicional, no está exento de consecuencias. Según la OMS, los cigarrillos electrónicos contienen nicotina y otras sustancias dañinas para el desarrollo cerebral durante la adolescencia. El fácil acceso, la variedad de sabores y el marketing dirigido a jóvenes han hecho que su uso se dispare tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.
Diversos estudios advierten que el consumo temprano de estos dispositivos puede impulsar una adicción a la nicotina e incluso, en algunos casos, abrir la puerta al consumo del tabaco convencional y otras sustancias.
Organismos internacionales y especialistas en salud pública exhortan a los gobiernos a establecer políticas estrictas que restrinjan la venta y promoción de vapeadores dirigidos a menores. En Latinoamérica, varias naciones ya discuten legislaciones para frenar este fenómeno y proteger a la juventud.

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