Soldados patrullando las calles con el dedo sobre el gatillo de la ametralladora. Militare de guardia en un centro de exposiciones convertido en hospital de campaña, abarrotado de camas de metal para los infectados de coronavirus. Y el presidente de Serbia advierte a los vecinos de que los cementerios de Belgrado no serán lo bastante grandes para enterrar a los muertos si la gente ignora las órdenes de cuarentena emitidas por su gobierno.
Desde que el presidente, Aleksandar Vucic, declaró el 15 de un estado de emergencia hasta nuevo aviso, el parlamento ha sido relegado, se han cerrado fronteras, la policía hace cumplir un toque de queda de 12 horas y los mayores de 65 años tienen prohibido salir de sus casas. Son algunas de las medidas más estrictas impuestas en Europa contra la pandemia de COVID-19.
El mandatario serbio, que hace teatrales comparecencias diarias emitiendo nuevos decretos, ha asumido plenos poderes, ante la indignación de opositores que le acusan de tomar el control del país de forma inconstitucional.
Al proclamar el estado de emergencia, Vucic asumió una “supremacía total” sobre la toma de decisiones mientras dure la crisis a pesar de que la Constitución solo le otorga un papel ceremonial, afirmó Rodoljub Sabic, excomisario estatal de protección de datos.
“Da órdenes que son aceptadas automáticamente por el gobierno”, dijo Sabic. “Sin controles ni garantías”.
Tanto en los antiguos países comunistas de Europa Oriental como en otros lugares, líderes populistas aplican duras medidas, como vigilancia no supervisada de los celulares de sus ciudadanos o largas penas de cárcel para los que incumplen los decretos de cuarentena.
La responsable de derechos humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa dijo que si bien comprende la necesidad de actuar con rapidez para proteger a la población ante la pandemia del nuevo coronavirus, los estados de emergencia declarados deben incluir un límite temporal y supervisión parlamentaria.
“Un estado de emergencia, siempre que se declare y por el motivo que sea, debe ser proporcional a su objetivo, y mantenerse sólo mientras sea absolutamente necesario”, dijo la jefa de derechos de la OSCE, Ingibjörg Sólrún Gísladóttir.
En momentos de emergencia nacional, los países suelen tomar medidas que los activistas de derechos perciben como una erosión de los derechos civiles, como un aumento de la vigilancia, toques de queda y restricciones a los desplazamientos o a la libertad de expresión. China aisló ciudades enteras este año para detener la propagación del virus, e India impuso una cuarentena a todo el país.
El derecho internacional de derechos humanos permite los estados de emergencia, indicó el investigador de Amnistía Internacional Massimo Moratti, aunque advirtió que las restricciones no deben convertirse en “la nueva normalidad”.
“Estos estados tienen que durar solo mientras dure el peligro”, dijo a The Associated Press.
En Hungría, miembro de la Unión Europea, el parlamento aprobó el lunes una ley que permite al primer ministro, Viktor Orban, gobernar por decreto mientras dure el estado de emergencia declarado el 11 de marzo.
La ley también estableció penas de prisión de hasta cinco años por difundir información falsa sobre la pandemia y hasta ocho años para los que interfieren con los esfuerzos de contener la propagación del coronavirus, por ejemplo un toque de queda o una cuarentena.
Grupos de derechos y funcionarios señalaron que la ley abre la posibilidad de instaurar un estado de emergencia por tiempo indefinido y les da a Orban y a su gobierno carta blanca para restringir derechos humanos y coartar la libertad de prensa.
“Orban está desmantelando la democracia ante nuestros ojos”, dijo Tanja Fajon, miembro del Parlamento Europeo. “Esto es una vergüenza para Europa, sus valores fundamentales y su democracia. (Orban) se aprovechó del coronavirus como excusa para matar la democracia y la libertad de medios”.
“Esta no es la forma de abordar la crisis muy real causada por la pandemia de COVID-19”, dijo David Vig, director de Amnistía Internacional en Hungría.
La ministra húngara de Justicia, Judit Varga, dijo que las críticas a la ley eran “ataques políticos basados en una mala interpretación o una distorsión intencionada” de su contenido.
Otros gobiernos han adoptado medidas extremas.
En Israel, el gobierno en funciones de Benjamin Netanyahu aprobó un paquete de medidas de emergencia para intentar frenar los contagios. El paquete incluía autorizar una vigilancia electrónica sin precedentes sobre los ciudadanos israelíes y una reducción de la actividad judicial que obligó a aplazar el juicio por corrupción al propio Netanyahu.
En Rusia, las autoridades han subido la presión sobre los medios de comunicación y los usuarios en medios sociales para controlar el mensaje sobre el creciente brote de coronavirus en el país. Moscú impuso una cuarentena el lunes y muchas regiones siguieron su ejemplo.
Bajo el pretexto de perseguir las noticias falsas relacionadas con el coronavirus, las fuerzas de seguridad han perseguido a gente que compartía su opinión en medios sociales, y a medios que critican la gestión gubernamental del brote.
En Polonia hay preocupación sobre una nueva aplicación de smartphone lanzada por el gobierno para la gente que hace cuarentena en su casa.
La Fundación Panoptykon, un grupo de derechos humanos que se opone a la vigilancia, dijo que algunos usuarios que respaldan los esfuerzos de las autoridades para combatir la pandemia temen que al utilizar la aplicación estén dando demasiada información privada al gobierno conservador.
Serbia ha reportado casi 800 casos de coronavirus y 16 muertes, según la Universidad Johns Hopkins, pero ha hecho muy pocas pruebas y los expertos temen que la cifra real de víctimas sea mucho mayor.
La mayoría de los pacientes presentan síntomas leves o moderados como fiebre y tos, que pasan en dos o tres semanas. Pero el virus puede matar o causar complicaciones graves como la neumonía a algunas personas, en especial ancianos y personas con problemas médicos previos.
Las imágenes de la reconversión de un gran recinto de exposiciones de Belgrado, construido durante la era comunista, en hospital de campaña para infectados ha despertado un miedo generalizado entre la población. La instalación se ve como un campo de detención, con 3.000 camas de metal colocadas hilera tras hilera.
El presidente de Serbia dijo estar encantado de que la gente se hubiera asustado y añadió que habría escogido un lugar con peor aspecto si eso impedía que los serbios incumplieran sus órdenes de quedarse en casa.
“Alguien tiene que pasar de 14 a 28 días allí”, dijo Vucic. “No es cómodo, no me importa. Estamos luchando por las vidas de la gente”.
Un grupo de activistas llamado “No ahoguen a Belgrado” ha lanzado una campaña para reunir firmas en internet contra lo que describieron como el abuso de poder y la erosión de los derechos humanos fundamentales por parte de Vucic. Sus frecuentes comparecencias, señalaron, están sembrando el pánico en una sociedad ya preocupada.
“No necesitamos la representación diaria de Vucic, sino la verdad: Datos concretos e instrucciones de expertos”, indicó la petición.