Te compartimos el articulo de opinion escrito por Edmundo Orellana:
El gobierno tiene razón. Honduras está cambiando; no hay duda. Pasa de todo y es como si nada pasara. He aquí nuestro gran cambio.
Nada nos conmueve. Comenzamos observando las masacres con horror, luego con curiosidad y ahora con indiferencia; no nos perturban los descuartizamientos; tampoco nos angustia el desalojo de familias de sus respectivas viviendas, por mareros, que en éstas se instalan con ánimo de dueños; nos vale un comino el cierre masivo de negocios por el impuesto de guerra; menos nos impresiona el ataque criminal a unidades de transporte y a sus tripulantes y pasajeros.
No nos importa que el gobierno nos flagele de muchas formas. Cobrándonos impuestos confisca toros para sostener los lujos del gobernante (aviones, helicópteros, etc.); la despiadada embestida del sistema tributario contra los microempresarios; el aumento desproporcionado de las tarifas de los servicios públicos; la onerosidad del transporte urbano e interurbano, en este último caso, por los peajes, que en el caso de la carretera del norte, resulta exagerado (dos peajes y uno en construcción), sin que se aprecien cambios en la misma; y muchas otras más.
Ya nos acostumbramos a la ineficiencia y peligrosidad de la policía, a la ausencia de policía de tránsito en las calles, responsable, entre otros factores, de los embotellamientos en las calles de Tegucigalpa y San Pedro Sula y a la falta de investigación de los delitos.
Sabemos, pero poco nos importa, que la justicia está al servicio del Poder y no del pueblo. No nos inmuta que para acceder a los tribunales deba rendirse caución, cuando el demandado sea el Estado; que la acción penal de oficio se ejerza selectivamente, atendiendo caprichos de la superioridad; que los jueces y magistrados fallen como ordena el Consejo de la Judicatura, so pena de ser sancionados; que oficialmente se irrespeten instituciones garantizadas constitucionalmente, como la presunción de inocencia, el debido proceso y la prohibición de confiscar bienes.
Parece que ya no es de nuestra incumbencia el colapso de la institucionalidad, por lo que no nos atañe la falta de supervisión y de control sobre los bienes de las entidades estatales y el que, por este motivo, se hayan convertido en presa fácil de los políticos y empresarios corruptos. Tampoco que nuestro sistema de salud sea el más descuidado, sucio y deficitario de todos los servicios que presta el Estado; que la educación primaria y secundaria solo presente mejoras cuantitativas, no sustantivas, según lo que indican los resultados de los filtros de la educación superior; que de este último egresen grandes cantidades de profesionales, de carreras que tienen saturado el mercado laboral, o con notorias deficiencias académicas, condenando, fatalmente, a los esperanzados jóvenes al desempleo masivo.
Finalmente, tampoco nos altera que nuestra población mayoritaria (jóvenes y mujeres) y la más vulnerable (jóvenes y adultos de la tercera edad) sea la más discriminada, la más abusada y la principal víctima de la pobreza y de la inseguridad.
Por todo esto, no nos causa sorpresa que nuestra posición en los rankings internacionales sea la más desfavorable. Quizá porque hemos aceptado la mediocridad y limitaciones de quienes nos han gobernado y nos gobiernan, como si fueran nuestras, propias de nuestra idiosincracia, de nuestra nacionalidad. Por eso, los elegimos y ahora los reelegiremos.
Mucha razón tiene el Señor Presidente: “Honduras está cambiando”.